Es muy probable que a tu edad (sea la que sea) hayas oído esta frase unos cuantos cientos de veces. Está en el top ten de cualquier madre que se precie. Bien pensado, la tuya va a tener ella razón y el arroz sirve para todo. Incluso para traducir a su idioma toda una filosofía de la vida. Seguro que no es la única ocasión en la que tira de frases hechas. Si tienes más de 30 y aún no tienes pareja, es muy probable que se tire todo el día recordándote que “se te va a pasar el arroz”. Que no es que no la escuches, es que aquí cada uno tiene sus tiempos, y como ella misma te diría si le conviniese, “el arroz, en su punto y razón”. Pero no, esta vez seguro que tira de otro refrán para seguir insistiendo. Puede que tire por aquello de que “arroz que no se menea, se quema”. No intentes replicarle que eso de menear el arroz solo vale si estás haciendo un risotto, mejor déjalo. Porque argumentar contra un refrán es inútil. Los refranes, como las madres, tienen razón siempre.
Si no te gustan, más vale que te acostumbres. O que los aproveches. Porque lo normal en la vida es que si no quieres caldo, toma dos tazas. Pues si el caldo está hecho en condiciones, con otra más de arroz y un poco de sofrito tendrás un plato de rechupete para el almuerzo. Pónselo por delante a tu madre y ya verás como “quien arroz come, buenos carrillos pone”. Si te dice que no está como a ella le gusta, aprovecha y contraataca: “hecha la paella, buena o mala hay que comella”. Que las madres (y los refranes) son mucho de aprovechar todo. Pero prepárate, algunas se las saben todas y te puede salir con aquello de “arroz pasado, arroz tirado”. Señora, ¿en qué quedamos? Resulta que los refranes no sólo son irrefutables, también son altamente contradictorios. Anda, otra cosa más que tienen en común con las madres. Pero no te rindas, si te decides a entrar al trapo y vuelve a la carga con lo de tu descendencia, siempre puede replicar que “gallina vieja da buen caldo”, y que no es cuestión de irse con cualquiera, claramente eres mucho arroz para tan poco pollo. A ver cómo se lo come. Si el arroz con pollo ese te ha quedado rico seguro que la convences, aunque sea sólo hasta que se le ocurra lo siguiente que soltarte.
Y así, a lo tonto, podéis acabar de echar la tarde. Y es que con el arroz se puede hacer de todo. Hasta un palíndromo –el famoso dábale arroz a la zorra el abad–, que no sabe a nada pero anima que no veas las sobremesas. Prueba a soltarlo después de dos chupitos de pacharán para un efecto mucho más descacharrante.
Se llame Catalina, Maricarmen o Begoña, si hay algo que le gusta a una madre es un refrán soltado a tiempo. Aunque te suene a algo de otra época, el refraneo es una de esas cosas que más tarde o más temprano acabará brotando en ti como el gusto por los potajes o la obsesión con las luces encendidas. Sencillamente, sucede. Un día cualquiera te sorprendes a ti mismo copiándole una receta, o hablando con tus colegas que te vas a lanzar con tu vecina porque “camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”. Eso si no acaba en un arroz marinero, que todo puede ser.