Nuestras madres siempre se han guiado por un código interno en el tema de la calidad muy suyo. “Más vale uno y que te dure, que tres que sean de usar y tirar”, te decían si te acompañaban a comprar ropa. O te hacían coger 3 líneas de bus y 6 paradas de metro porque “aquí son muy buenos los productos”.
Ese código lo aplicaban a las comidas de la familia con disciplina férrea. Al pescadero le ponían ojitos mientras le explicaban que iban a hacer ese arroz de marisco que les queda tan bien y le pedían unos buenos mejillones y rape, o analizaban con sus rayos x la carne que le ofrecía el carnicero para elaborar ese arroz con buey y berenjenas, con el que querían lucirse. Eso sí, en cuanto al arroz, lo tenían bastante claro: tenía que ser SOS Clásico, un arroz de grano redondo fresco y de calidad… aunque nuestras madres lo resumieran con la frase “Es el mejor, y punto”.
Puede que algunos de nosotros no hayamos heredado de nuestras madres la capacidad natural para ver si nos la está colando el carnicero, y no se nos pasa por la cabeza intentar camelarnos al pescadero, “madre mía ¡que vergüenza!”. Pero sabemos lo importante que es cuidar nuestra alimentación, y la importancia de una buena selección de los alimentos que compramos en el mercado. Aunque, tranquilo, comprar bien en el mercado no es tan difícil como te pueda parecer, hay por ahí hasta una guía de supervivencia en el mercado ;-).
Así que, mientras remueves el sofrito, te fijas en el paquete de SOS Clásico y de repente reparas en que es 100% papel. Natural. Resulta que el envase de papel permite que el arroz respire y mantenga un equilibrio de humedad constante. Y encima es ecológico y reciclable. ¡Redondo!
¿Te has parado a pensar lo importante que ha sido siempre el papel en tu vida?: los folios que utilizabas para tus trabajos del colegio, las hojas arrancadas del cuaderno donde escribías a tus amigos en las vacaciones, o los dibujos que le regalabas por el día de la madre o el padre, que están tan bien conservados como el día que se los regalaste.
Y aunque oímos esa vocecilla, cuando echamos el arroz a la cazuela que nos dice “es el mejor y punto”, nosotros tenemos también nuestro propio código de calidad, y nos decimos a nosotros mismos “y además es bueno para el medio ambiente, y punto”.