Nunca le dijiste nada. Cuando en verano le daba por pasearse por casa con esa camiseta imperio, que a Marlon Brando le quedaba fenomenal de joven, no tuviste arrestos para decirle «Papá, que Brando a tu edad parecía un bulldozer y ya no llevaba esos tirantes». Quizás nunca pretendió marcar pectoral, tan sólo hacía calor y quería estar cómodo. Tampoco te enfadaste con él, cuando tu colega pasó a buscarte para salir, y tu padre trató de hacerse el enrollao, le soltó un «¿Qué pasa en tu casa, tronco?» y se marcó una cara de póker de película. Como si no pasara nada.
Total, ¿qué ibas a decirle? ¿Qué los setenta quedaron atrás y que la vergüenza ajena no está sólo en la tele? Es tu padre. Nunca lo verbalizas, él tampoco suelta prenda, pero ambos sabéis que haría cualquier cosa por ti, aunque pareciera totalmente imposible. Lo ha hecho mil veces, cuando eras un enano. Y sin embargo… Sabes que hay un abismo generacional entre él y tú, hay infinidad de cosas que no entiendes de su forma de ver el mundo. Algo te dice que llegará el momento en que sí, pero no es este preciso momento.
A tu padre le sucede lo mismo contigo, eres consciente. Tan misteriosa es para él tu afición por el triatlón como para ti esa capacidad casi sobrenatural de sus orejas para generar vello a la velocidad de la luz. Muchas veces te mira de arriba a abajo, chasquea la lengua y se marcha por el pasillo murmurando. Otras, no se puede aguantar y te espeta una de esas frases lapidarias, compartidas por todos los padres y madres del mundo a lo largo y ancho del orbe, y que son universales:
«Ahora resulta que ser moderno es que se vea la marca de los calzoncillos…»
Puedes tratar de explicarle que a Beckam o a Rafa Nadal les sale siempre bien y las vuelven locas. O que el slow waist y el slim fit es lo que se lleva ahora. Pero, al fin y al cabo… es tu padre. ¿Para qué discutir? Si se enfada, igual te quedas sin probar el potaje, que le queda de escándalo. Tan sólo terminas de poner la mesa, sonríes un poco y le respondes: «Pues casi seguro que debe ser algo de eso, papa».